jueves, 17 de junio de 2010

Tango


Sin perder el contacto nos deslizamos por el escenario al son de la música. Llega un momento en el que dejo de escucharla y me evado en mi mundo perfecto. Como si flotara en una nube con el único anclaje de tus brazos aferrándome al mundo real ¿o tal vez sea irreal?
Al ritmo del tango tus manos resbalan por mi cuerpo como mis tacones por la pista de baile. Me alejo y vuelves a tirar de mí para aferrarme a tu cuerpo. Tu aliento se pasea por mi cuello. Giramos en un en un forcejeo que supera a las mejores de las coreografías y vuelvo a encontrarme frente a ti.
Te reto rozando tus labios con los míos para después retirarme, pero es demasiado tarde. Como si de un cinturón se tratase, me tienes atrapada por la cintura.
La música termina en los segundos suficientes para que vuelva a la realidad.
Los dos nos separamos y me ofreces tu mano para saludar juntos al público.

Baja el telón. Ha terminado la actuación. Miradas que se cruzan de reojo cuando nuestras manos se separan.

Cada uno ha sabido interpretar su papel.

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