domingo, 13 de septiembre de 2009


Siempre se quedaba embobado cuando la veía bailar. Danzando grácil sobre las puntas, parecía estar flotando. Sus movimientos dulces y bellos le hacían parecer un ángel. Y en aquellos momentos siempre se preguntaba el porqué ella no lo trataba a él con la misma dulzura que le dedicaba a la danza. Y la respuesta siempre era la misma "Tú tienes la culpa". Si, la culpa era suya por enamorarse de una chica a la que en un principio no soportaba. A la que había rechazado por su cabezonería y ambición, e incluso en algunas ocasiones por su comportamiento infantil. Ambos habían estado intentando hacerse mutuamente la vida imposible desde hacía un año. Sin embargo, cuando ella bajó la guardia y él intentó aprovechar la ocasión para devolverle sus últimas jugadas no pudo. Aquella vez era distinto, no estaban en igualdad de condiciones. Faltaban aquellas sonrisas de suficiencia y aquel sarcasmo que tanto la caracterizaban cuando se dirigía a él. La tristeza estaba dibujada en su rostro. Él se quedó observándola sin saber qué hacer. Podía sentir su dolor y eso le paralizó. Se acercó lentamente y cuando se dio cuenta los dos estaban envueltos en un abrazo, un desahogo para ella, una gran confusión para él. Antes de despedirse ella le dijo algo que le abrió los ojos.
- Espero que nunca te enamores de alguien que te haga sufrir.
- Demasiado tarde- Susurró él.
Maldito el día en que despertaron aquellos sentimientos.

Siempre que odio y amor compiten, es el amor el que vence. (Calderón de la Barca)

2 comentarios:

  1. Bonitas palabras.

    Te quiero vidaaa, a ver si nos vemos que ya hace mucho tiempoo!!

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  2. Tienes muy bellos y escasos textos, espero ver más en un futuro... Cuestan de encontrar blogs así.
    Cuidate!

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